viernes, 24 de mayo de 2013

Una mesa cualquiera

Miro en la mesa en donde escribo
algunos dibujos en ríos de savia
que recuerdan momentos de vida
como si fueran mis vasos sanguíneos;
la oscura superficie lisa y pulida
de tablas largas, estrechas, encoladas,
derechas como el raíl rubio e ígneo
recién salido del fuego blanco,
hirviendo, perfecto e inmaculado,
que será camino de la acerada sierpe
que rielará con las vidas de la gente.

Abandono la mirada y vuelvo a escribir
en el fondo negro brillante de la pantalla
la siempre continua, delgada línea sin fin
que abarrotaba de placer las neuronas
allá lejos cuando el tren aún empezaba
y que hoy sigue siendo felicidad loca.

Los brazos apoyados en la mesa de madera
dibujada de aquellas líneas que a la vida recuerdan,
escribo unas líneas que me llenan de alegría.
Importa el placer de la vida constantemente
y lo que perseguimos sin cesar es la muerte.

Sinceramente, solo es placer de escribir
desde un principio y sin fin.


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